19 marzo 1861
Fundación de la Congregación y aprobación por el Obispo de Montpellier, Monseñor Thibault
M. Francisca del Espíritu Santo
Caroline Barón, en religión Madre Francisca del Espíritu Santo, nació en Mailhac (Aude) el 12 de diciembre de 1820.
Desde su juventud, ejerció sus primeras armas de educadora entre sus compañeras de clase. Dotada de buen sentido y simpatía natural, deseó muy pronto ofrecer a Dios, en vida religiosa, sus dones y aspiraciones.
Se dirigió al Instituto de las Hermanas de San José de Lyón, de quien había sido alumna en Saint Point. Recibió el hábito a los 16 años, de manos de Monseñor Thibault, obispo de Montpellier.
Ante el laborioso y fecundo apostolado de la joven Hermana con los niños de Bédarieux y de Lézignan, el prelado se dispuso a utilizar esta naturaleza poco común, para una nueva obra. Con la intervención de l´Abbé Faury, permitió la creación de una rama de la Tercera Orden Regular en la diócesis.
El 19 de marzo de 1861, Madre Francisca del Espíritu Santo se presentó a su Obispo con las dos primeras postulantes. Thibault celebró para ellas la Eucaristía y puso su autoridad en manos de Madre Francisca del Espíritu Santo a quien nombró su Superiora y Maestra de novicias.
El 3 de abril de 1861, las Hermanas se instalan en Saint Chinian, formando una familia religiosa franciscanas, dada totalmente al servicio de Dios y de la Iglesia. Consagrada su apostolado a las necesidades de su tiempo dando preferencia a los pobres.
Al cabo de cinco años de existencia, la Comunidad cuenta con 25 Hermanas: el momento de extenderse ha llegado.
A su muerte, el 28 de diciembre de 1882, Madre Francisca del Espíritu Santo dejaba doce casas, situadas en el Sur de Francia, y una familia religiosa fervorosa, formada con su ejemplo y sus consejos, deseosa de proseguir su obra.
A su llegada fueron muy bien recibidas. Al día siguiente en contacto con la realidad surgieron las dificultades: todo era un desorden lamentable a su alrededor, una miseria ruin, una suciedad repelente. Todo lo prestado del día anterior desapareció, hasta la vajilla. Sólo había un tazón que las niñas iban pasando de una a otra… (sin hablar de las ratas y parásitos)
Las hermanas empezaron por la limpieza: de las niñas, de la casa, de los utensilios. El párroco-ecónomo no lo vio bien pues se gastaba mucho tiempo, se desgastaba la ropa y se consumía mucho jabón y sosa. Como las hermanas continuaban con su limpieza, para resarcirse disminuía el pan y el alimento a las niñas y comunidad..
Pero siempre está presente la Providencia.
Mme. Dordan, enterada de la situación dijo a la superiora: “No se inquiete siempre habrá para Ud. trigo en mi granero y patatas en mi despensa”. las hermanas aceptaron este ofrecimiento.
Mme. Lassus que había venido desde Montrèjeau a visitar a las hermanas, se dio cuenta que no tenían mantas y les dio sesenta francos para comprar algunas. Pero las hermanas que sufrían al ver a las niñas que no tenían ropa, compraron una pieza de tela para sus vestiditos.
También las casas del Instituto vinieron en su ayuda. Y así continuó la lucha, hasta que el obispo nombró un nuevo párroco y se libraron del austero ecónomo.
(1.876 La Congregación se hace cargo del orfelinato de Anères)
“En un país, donde se encuentra toda la riqueza y toda la belleza del mundo, podemos a la vez contemplar, en cada rincón, el espectáculo más injusto: un niño que no come”
Carta de la hermanas al llegar al Zaïre
“Todos los niños escolarizados y padres aprenden ahora a leer y escribir. Así podrán defender sus derechos y hacer frente a sus propias necesidades y a las de sus compatriotas.
Los niños tienen necesidad de atención. Las madres trabajan para sostener la economía familiar. Si esos niños comen y aprenden en la solidaridad y la justicia, podrán un día encontrar soluciones a sus problemas”
Hermanas al cargo del Colegio de Pichanaki (Perú)
La evolución de la Congregación resultaría bastante fría si no tuviésemos más que fechas y lugares. Es más entrañable leer y contemplar cómo se llevaron a cabo las fundaciones, en todas estuvo presente la pobreza y fueron impulsada por el Espíritu Santo. De esto tenía plena conciencia la Madre. A menudo repetía: “No hago mi obra sino la suya.”
El fin de la Congregación se fue perfilando. La educación de los niños fue el fin primero al que orientó su actividad; pero muy pronto las visitas a los pobres y a los enfermos le impulsaron a abrir orfanatos, residencias para señoras,…
Una cosa quedaba clara en las diversas Fundaciones: “Sean cuales fuesen las nuevas obligaciones de las religiosas, LA ORACIÓN debería ocupar siempre el primer lugar.”